Contenido Extra – Al servicio de la bestia

Braun, el guerrero
Sonreí a través del dolor cuando mi cuerpo apareció en la plataforma de transporte a bordo de la nave de guerra Karter. Estar lejos de mi nueva compañera, Ángela, hizo que los brazaletes de emparejamiento alrededor de mis muñecas dispararan lanzas de fuego por mis antebrazos, pero sonreí con cada descarga.
Al parecer, mi bestia era una masoquista, pues se pavoneaba con el recordatorio de que nuestra compañera nos echaba de menos. Nos necesitaba. Estaba dedicada a nosotros. Esperaba nuestro regreso.
Estaba embarazada de nuestro hijo.
Incluso me había transportado a la Tierra hacía tres días, con ayuda del guerrero Jorik y en contra de las órdenes de Maxim, para adquirir un dulce frío llamado «helado de chocolate» para mi mujer. Ahora sabía cuál era la mezcla para reproducirla con la máquina S-Gen cuando fuera necesario.
El beso que me había dado hizo que valiera la pena la reprimenda que me dio el gobernador cuando regresé. ¿Y lamer el dulce de la piel de mi compañera?
Mi bestia gruñó ante el recuerdo y el técnico de transporte dio un salto.
—Guerrero Braun, bienvenido a bordo de la nave Karter.
—¿Dónde está el comandante?
El ladrón tenía algo que le pertenecía a mi mujer y estaba aquí para recuperarlo a cualquier costo. Le patearía el trasero si era necesario.
Cualquier cosa para asegurarme de que mi compañera estuviera mimada, feliz y cuidada. Cualquier cosa. Incluyendo transportarme a mitad del maldito universo para enseñarle al comandante Karter una lección muy necesaria.
—El comandante te está esperando, guerrero. Lo encontrarás en sus aposentos privados.
No me molesté en responder. Había servido suficiente tiempo en una nave de guerra para saber dónde estaba la habitación del comandante. Su espacio personal estuvo delante de mí en pocos minutos, al igual que dos guardias prillon excesivamente armados, lo cual era muy inusual. Me vieron, se pusieron de pie y sacaron sus armas.
—Di que quieres, guerrero. No te reconozco.
El prillon de piel oscura entrecerró los ojos y me miró sin pestañear. Un adversario digno quizás, si no estuviera aquí por un asunto personal de mi mujer. Mi bestia los haría pedazos si se interponía en mi camino mucho más tiempo.
—A un lado, prillon. El comandante me está esperando.
El segundo guardia se rio y guardó su arma.
—Estás en problemas, guerrero. La compañera del comandante Karter no está contenta y él está furioso porque tú tienes la culpa.
Me di cuenta de que ambos me habían estado hostigando por su entretenimiento personal.
—El comandante Wothar no está mejor que Karter. Los dos están molestos contigo.
Incliné la cabeza.
—Abrid la puerta.
Con una risa, el segundo prillon se comunicó con el comandante y anunció mi presencia.
Segundos después, la puerta de sus aposentos se abrió.
Esperaba ver a una mujer humana llorando, acurrucada alrededor de una bola de pelos blanca.
Pero lo que vi me hizo estallar de risa, un nuevo suceso desde que me emparejé con mi Ángela.
—¿Comandante?
El comandante Karter estaba tendido boca abajo en el suelo, con Óscar sentado en la mitad su pecho, siseando y mirándolo mientras Karter le sonreía a la mascota de mi compañera. Miró en mi dirección por un breve momento antes de que Óscar siseara otra vez para recuperar la atención del comandante.
—No me permite levantarme del suelo, Braun. ¿Qué es esta criatura?
Caminé hacia el comandante, me incliné y cargué a Óscar en mis brazos. Estaba ronroneando, sobre todas las cosas. Con fuerza.
—Le gustas —comenté.
—¡Se lo he dicho! —La mujer del comandante apareció desde su habitación usando un precioso vestido y con una radiante sonrisa en el rostro—. ¿Ese es el gato de tu compañera?
—Sí. Es obvio que descubrió una forma de entrar en la sala de transporte de la Colonia.
—Los gatos siempre encuentran alguna forma. ¿Cómo se llama?
—Óscar. Mi compañera lo llamó así por alguien conocido como Óscar el gruñón.
La compañera de Karter estalló en carcajadas mientras su segundo compañero, el comandante Wothar, la siguió fuera de la habitación. Estaba vestido para una misión y sospeché que no se quedaría.
—Kaed, levántate. ¡Estás haciendo el ridículo!
—La criatura peluda no me permitía levantarme. Me ha siseado cuando lo intenté.
—Eres adorable —le dijo su compañera humana a Karter, pero puso su mano en la del comandante Wothar y lo acercó para un beso—. ¿Ahora ves por qué deberíamos conseguir uno?
Óscar ronroneó a niveles odiosamente fuertes cuando lo acaricié tal como le gustaba detrás de sus orejas. Miré a la mujer.
—¿Un gato? ¿Quieres tener un gato en una nave de guerra?
Me miró con una sonrisa que sabía que significaba que los comandantes Karter y Wothar estaban en graves, graves problemas.
—Oh, sí. Quiero un gato atigrado. Un peludo y rechoncho gato atigrado que llamaré Garfield.
—¿Qué es un gato atigrado? —pregunté.
Besó al comandante Wothar en la mejilla, soltó su mano y caminó hacia mí para acariciar a Óscar. Chocó su mano levemente con la cabeza en clara aprobación de su plan y yo bajé los brazos para que ella no tuviera que pararse de puntillas para alcanzarlo.
—Es un gato con rayas blancas y anaranjadas. Este parece un persa. —Lo acarició un poco más, con su voz volviéndose más suave y dulce, lo que hizo gruñir al comandante Karter—. Eres un niño bonito, ¿a que sí? Tan dulce. ¿No eres dulce? No eres gruñón, ¿verdad, bebé?
Miré al comandante Karter, que ahora se había sentado, con una rodilla flexionada y la otra recta mientras contemplábamos a su compañera darle amor y atención al Óscar de mi Ángela.
—Él es un Óscar.
Se rio de nuevo y el gato ronroneó. El comandante Wothar maldijo.
—Al demonio. Parece que le conseguiremos una mascota a nuestra mujer, Kaed.
El comandante Karter se puso de pie y buscó a su compañera, atrayéndola a su pecho y envolviendo sus brazos alrededor de su cintura desde atrás.
—¿Es esto lo que quieres, compañera? ¿Una criatura ronroneante con garras?
—Sí. ¿No es lindo?
Observé con satisfacción cómo los dos comandantes compartieron una mirada de resignación. Su compañera iba a conseguir lo que quería, al igual que la mía.
Me despejé la garganta.
—Me quedaría y me pondría al día, pero mi compañera está muy preocupada por su mascota. Y no voy a permitir que se preocupe en su condición.
—¡Felicidades por el bebé! —La compañera del comandante saltó hacia adelante y me abrazó a mí y a Óscar—. Dile a Ángela que no puedo esperar para conocerla y que os deseo lo mejor.
—Lo haré. Gracias.
Les hice una reverencia a todos y caminé hacia la puerta. Cuando llegué a la salida, miré hacia atrás al comandante Karter, permití que mi bestia saliera a la superficie y sonriera con toda la satisfacción que estaba sintiendo. Nuestra compañera era perfecta, feliz y hermosa. Y regresaríamos con ella. Ahora. En este momento.
La bola de pelos blanca la haría feliz. Y luego la follaría hasta que se derritiera de placer.
La vida era perfecta. Finalmente era perfecta. Hablé con su mujer, pero mi bestia estaba mirando al comandante Karter.
—Será mejor que consigas un gato dócil. No creo que el comandante pueda manejar a un gato gruñón como Óscar. Nunca se levantará del suelo.
El comandante Wothar se rio. Karter me miró, sonrió y la risa de felicidad de su compañera recorrió el pasillo mientras volvía a la sala de transporte.
Tenía una compañera a la que regresar. Mi compañera. Mi corazón. Mi todo.
Óscar ronroneó conforme mientras nos íbamos a casa.