Contenido Extra – Dividida entre dos

Lady Miranda Treval, Buque de batalla Zakar, Bahía 5
El número de guerreros reunidos me sorprendió mientras me acercaba al joven chico Prillon que había ayudado a salvar todas nuestras vidas. Solo habían pasado dos semanas desde el ataque de la Colmena, dos semanas desde que casi pierdo a Trist y nos convertimos en una familia.
Dos preciosas semanas en las cuales todo en mi vida y mi corazón se habían coordinado en un ritmo perfecto. Trist era mío, el segundo al mando del grupo de batalla, mi compañero principal estaba junto al joven Prillon. En su hombro opuesto, mirándome mientras me aproximaba, se encontraba el comandante Zakar.
Saludé a seis o siete de mis nuevos estudiantes, niños jóvenes que había conocido esta última semana mientras empezaba a trabajar con la escuela del grupo de batalla para asegurarme de que los niños estuvieran recibiendo todo lo que necesitaban. Ya me sentía útil, feliz y amada por los pequeños. Especialmente por los pequeños niños gruñones que querían impresionar a todos con sus feroces habilidades de batalla… con tan solo cuatro o cinco años.
Mi mano se quedó brevemente en mi abdomen y me pregunté si el que estaba creciendo sería un niño o una niña. Si el bebé era un niño, ¿sería uno de esos adorables niños que pasan más tiempo luchando en el suelo durante la siesta que intentar dormir?
Esa idea me hizo sonreír, pero dejé mis emociones a un lado, no quería que mis compañeros me atraparan. Todavía no. Fui a uno de los otros doctores, algo por lo que deseaba que Brax me diera nalgadas luego, por una revisión y confirmó que estaba embarazada. Solo con algunos días, pero el bebé debe ser de Trist. Me preocupaba que Brax no aceptara al niño y la montaña rusa de emociones ya había comenzado. Risa. Lágrimas. Risa. Lágrimas. Era un desastre y me sentía bendecida por serlo.
Al menos doscientos guerreros y docenas de compañeras y niños estaban en la bahía del transbordador. Trist me había dicho que esta era el área más grande que podríamos utilizar con seguridad para este tipo de ceremonia sin molestar los planes de batalla o poner en peligro al grupo. Yo lo acepté. Todos sabrían lo valiente y honorable que era el joven guerrero, ya que había insistido que la ceremonia fuera transmitida por todo el buque.
Ni la madre de Var ni sus padres habían protestado. Ahora estaban llenos de orgullo, parados en una tarima detrás de su hijo. La hermana menor de Var, la cual tenía mucha fe en él, estaba casi saltando de la emoción, como si no pudiera quedarse quieta. La madre de Var sonreía, su sonrisa era imposible de contener, mientras que sus padres intentaban permanecer serios, pero yo sabía que la madre de Var, su compañera, estaba muy emocionada y esa energía estaría pasando a sus tres compañeros a través de sus collares.
Tal vez los guerreros mayores Prillon eran mejores en esconder sus reacciones a sus compañeras que los míos.
Brax en particular nunca lograba hacerlo. Una mirada a su duro trasero o al de Trist, un jalón a uno de los anillos de mis pezones o a la cadena de mi clítoris y era como si él y Trist aparecieran de la nada para satisfacerme de todas las formas posibles.
Trist disfrutaba un poco de suspenso, le gustaba demorarse y le gustaba ver a Brax jugar conmigo por un rato antes de tomar el mando. ¿Pero Brax? Él era insaciable. Antes dijo que me haría esperar y que nunca volvería a cometer el mismo error. Dijo que me haría rogar, estremecerme y gritar… pero nunca esperar por su tacto o su atención. Nunca más.
Incluso ahora, Mientras colocaba la cinta dorada y la enorme medalla que había sido transportada desde Prillon Prime por principal Nial y su compañera Jessica, la sonrisa en mi rostro no era únicamente para el joven que tenía en frente, también era por la vida. Por la diversión. Por los nuevos comienzos y aprovechar las oportunidades.
“Gracias, Lady Treval.” Dijo Var, haciendo una reverencia hasta la cintura. La multitud permaneció en silencio mientras yo me volteaba para verlos en mi vestido formal verde. Felizmente me encantaba el color, porque ni Brax ni Trist parecían dispuestos a aceptarme en algún otro color en el futuro cercano. ¿Y si lo intentaba? Bueno, mis compañeros podían ser muy, muy persuasivos.
Algunas veces utilizaba otra cosa solo para ver qué hacían.
Le sonreí a Brax, el cual estaba parado a unos pasos, observándome, como devoción en su mirada, así como lo hacía en los últimos días. Él no me ocultaba nada, ya no.
“Guerreros y familias del grupo de batalla Zakar. Soy Lady Treval y estoy aquí para honrar al joven guerrero Prillon que no solo salvó mi vida, también ayudó en la derrota de un grupo de la Colmena que estaba atacando nuestras naves exteriores. Var peleó con valentía, con un dominio de su miedo que uno esperaría solo de un guerrero mucho mayor y más experimentado. Sus valientes acciones no solo salvaron mi vida, también la de su hermana, otros dos niños y mis compañeros, el doctor Valck Brax y el capitán Trist Treval.”
Los guerreros que observaban empezaron a celebrar al escuchar el nombre del segundo al mano, pero pude observar de reojo que le dieron una palmada a Brax y lo abrazaron de esa forma extraña en que lo hacen los hombres, como dos troncos tiesos intentando acercarse, pero sin tocarse. Su felicidad era evidente a través del collar y yo observé a mi compañero principal, Trist, el cual estaba observándolo también con una sonrisa en su rostro.
Sí, ahora sí éramos una familia.
Brax era mío. Se iba a quedar. Por siempre. Lo habían transportado al grupo de batalla del comandante Zakar hasta el fin de los tiempos o hasta que se retirara. Algo que, juzgando por la ira que sentían mis compañeros cada vez que mencionaban la Colmena, sucedería dentro de mucho tiempo.
“Estoy honrada de estar entre ustedes, sirviendo la Coalición”, continué mi discurso, el apoyo y la completa fe que tenían mis compañeros en mí me hizo más fuerte que nunca. Hace un año no hubiera tenido la confianza de hablar frente a diez personas, mucho menos frente a cientos de guerreros y sus compañeras. Pero aquí estaba, con mi corazón ligero y mi cuerpo vibrando de apreciación sensual desde detrás de mí.
Volteé y le levanté una ceja a Trist, cuya sonrisa traviesa y nada arrepentida hizo que mis rodillas temblaran.
Era travieso. Demasiad travieso. Y era mío. Gracias a dios por los malditos protocolos de emparejamiento y todos a los que deba agradecerle.
El chico Prillon ante mí me observaba con algo parecido a admiración en sus ojos y yo intenté con todas mis fuerzas enfocarme en la tarea que tenía mientras mis dos guerreros estaban pensando en… bueno, no sabía exactamente en qué estaban pensando, pero sabía cómo se sentían al respecto. Y esos pensamientos estaban calentando mi vagina, la cual estaba húmeda y totalmente excitada.
Aclaré mi garganta y coloqué mi mano en el hombro de Var. “Gracias, Var. No solo salvaste mi vida, gracias a tu valentía, la Coalición pudo adquirir escudos y armaduras de los invasores de la Colmena. Incluso ahora, esa tecnología está siendo estudiada por la flota y podría ocasionar un cambio a nuestro favor en esta guerra.”
Los que estaban reunidos celebraron con más fuerza, pero el chico desvió su mirada de la mía con lo que parecía un poco de reticencia. Oh, cielos. Debería tener cuidado. Tal vez estaba desarrollando un enamoramiento.
Como si estuviera leyendo mi mente, Var volteó hacia el comandante Zakar a su derecha. “¿Cuándo puedo pedir mi propia novia interestelar?”
El comandante se rio y le dio una palmada al joven Prillon. “Debes tener la edad suficiente, hijo, luego servir al menos dos años y obtener un rango de oficial para ser elegible.”
El chico me sonrió y luego regresó su mirada al comandante. “¿Puedo pedir una mujer de la Tierra?”
Eso hizo reír a Trist, algo que me dejó sorprendida y a todos los demás en la habitación. La mano de Trist cayó en el otro hombro del chico. “Creo que sí, Var. Creo que sí.”
***
Tres horas después, Cuárteles personales
Ver a dos alienígenas enormes comiendo helado puso una sonrisa en mi rostro. Grandes y musculosos mientras comían el helado, observé sus rostros mientras el postre frío se derretía en sus lenguas…
Pensé en esas lenguas, en lo que podían hacer. Me mojé. He estado mojándome por horas. Miré a Trist. Esto debía ser su culpa. Brax era como un cavernícola, todo el tiempo en los últimos días. ¿Pero Trist? Oh, era un demonio. Amaba excitarme.
“Creo que este me gusta más”, dijo Trist, levantando su cuchara.
“Me gusta este sabor” añadió Brax, lamiendo el resto de su cuchara. “Y el color me recuerda a tus pezones.”
Esas palabras hicieron que se endurecieran. “Muéstramelos para poder comparar.”
“Eso es… es fresa”, murmuré yo, excitada al instante.
Brax arqueó una ceja y esperó.
Aclaré mi garganta, reconociendo que estábamos pasando de un bocadillo nocturno a algo… más.
“Fresa, maestro.” Añadí la palabra que lo cambió todo. Era hora de jugar. No estaba segura cómo iban a dominarme, pero llamar maestro a Brax era una señal de que estaban al mando, algo que funcionaba para mí.
Deslicé mi vestido de mis hombros y permití que la tela cayera hasta mi cintura. La tela tocó los anillos de mi pezón y ocasionaron que la cadena que colgaba empezar a moverse.
“Creo que eres rosado oscuro.” Su lengua salió y lamió lo último que quedaba en su cuchara. Mi vagina se estremeció al recordar ese mismo movimiento en mi clítoris.
“¿Cómo se llama este sabor?” Preguntó Trist. Su voz era suave y calmada, como si no estuviera sentada sin top en nuestra mesa.
Había hecho varios tipos para ellos y estaban probándolos todos, pero yo no estaba prestando atención a ninguno de los envases.
“Oh, um, vainilla”, contesté yo.
Después del incidente con los niños en la otra nave, ellos insistieron que les preparara galletas. Les gustaron. Duh. ¿A quién no le gustan las galletas con chispas de chocolate? ¿O las de mantequilla de maní? ¿Snickerdoodles? Ninguno de mis compañeros las odiaría.
“Deberías probarlo con una galleta”, aconsejé yo. “O entre dos galletas y se llamaría un sándwich de helado.”
La mirada de Trist se fijó en mí.
Oh cielos. Esa mirada. Ese brillo.
“Tal vez deberíamos probarlo en ti.”
Brax se estiró en la mesa y metió su cuchara en el helado de vainilla, llenándola con esa delicia.
Se volteó y la colocó justo encima de mi pezón derecho, volteó el utensilio para que cayeran unas cuantas gotas del helado.
Jadeé al sentir el frío, mis pezones se pusieron muy duros al sentir el contacto.
Trist se levantó y rodeó la mesa, parándose detrás de mí. “Y sobre ese sándwich que mencionaste, creo que serás tú entre tus dos compañeros.”
Brax se inclinó hacia adelante, su boca estaba justo donde había estado su cuchara. Luego levantó la mirada con sus ojos oscuros y encendidos. “Y serás tú la que probemos.”
Su boca se cerró en mi pezón y yo jadeé. Su lengua se movió para limpiar el helado y luego en el pequeño anillo. Mis manos fueron a su cabello, atrapándolo y sosteniéndolo ahí.
Su cabeza se levantó. “Nada de tocar.”
Yo asentí y bajé mis manos a los lados. “Sí, maestro”, susurré yo.
“Debería estar atada”, dijo Trist.
Antes de Brax y los collares, yo sabía que él nunca hubiera dicho esas palabras. Brax era al que le encantaba tenerme dominada, atar mis muñecas y algunas veces mis tobillos a las esquinas de la cama para que pudieran hacerme lo que desearan.
Ahora a Trist también le gustaba. Yo lo necesitaba. Y él también. Le gustaba verme retorcerme y excitada, rogando y completamente indefensa.
Brax sonrió. “Sí, creo que tienes razón.”
Manos enormes me levantaron. Trist. Estaba en su hombro, mi vestido se deslizó por mis piernas y cayó al suelo mientras me llevaba a nuestra habitación. Me encantaba esto. Yo estaba desnuda y ellos completamente vestidos. Iba a ser atada a nuestra cama de apareamiento y sería… devorada.
“Trae el helado. Hay otros lugares de donde me gustaría lamerlo además de sus pezones.”
Brax prácticamente gruñó desde la otra habitación mientras Trist me soltaba en la cama.
“Abre tus piernas, compañera. Muéstrame lo rosada y húmeda que está tu vagina. Al igual que esa fruta de la Tierra.”
Coloqué lentamente mis pies en la cama y abrí mis piernas tal como lo deseaba él.
“Yo no tengo sabor a fresas”, dije yo.
Él se inclinó, agarró mis tobillos y me llevó al borde de la cama. Colocándose de rodillas, él colocó mis piernas en sus hombros para estar justo… ahí.
“No, compañera. Pero eres dulce y pegajosa.”
Brax entró en la habitación con un envase de helado en una mano y una cuchara en la otra.
“¿Dónde lo quieres?” Preguntó Brax.
Trist levantó mi cabeza de mi núcleo. “Ahí.”
En vez de echarlo sobre mí como estaba pensando, él agarró el postre y se subió a la cama. Tomó mis muñecas y las colocó sobre mi cabeza. Aunque no estaba atada por ninguna cuerda, su agarre era igual de seguro.
Trist me sonrió justo por encima de mi vagina. Agarró la cuchara y unas gotas heladas cayeron en mi clítoris y luego se deslizaron. Él las lamió con un largo y lento movimiento.
“Oh dios”, gemí yo.
“Aquí no hay dios”, dijo Trist. “Solo tus compañeros. Eres deliciosa. Tan caliente, tan húmeda. Tan perfecta.”
“Nuestra”, dijo Brax.
Trist asintió. “Nuestra.”
Eso fue lo último que dijeron ambos mientras dominaban mi cuerpo. Y mi corazón.