Contenido Extra: El Hijo Secreto del Ciborg

JORIK
Escuché a Jori a través del intercomunicador, escuché un sonido como resoplido que reconocí como el preludio a su llanto aturdidor para pedir atención. Puede que tenga menos de dos semanas, pero no había duda de que era parte Atlan y tenía una pequeña bestia interna. No podría estar más orgulloso.
Me volteé y observé a Gabriela. Ella estaba boca abajo, completamente dormida. Su cabello negro estaba sobre la almohada, la sábana la estaba cubriendo de la cintura para abajo, así que su espalda estaba expuesta. No pude evitar sonreír, sabiendo que mis atenciones la habían desgastado. Fuimos al doctor y él pudo revertir fácilmente la inyección anticonceptiva que le había administrado. Nos había tomado dos días de práctica antes de que estuviera lista.
Yo siempre estaba listo, pero la esperé. Yo no estaría llevando nuestro próximo hijo, ella lo estaría. Sería su carga física y no hay nada que pudiera hacer para cambiar eso. Por lo tanto, yo fui paciente. Por dos días. Mi bestia aulló cuando ella dijo con timidez que quería intentarlo de nuevo.
Aunque no lo hayamos intentado la primera vez. La he tomado dos veces desde que regresamos de la unidad médica. Dos veces la he llenado con mi semilla. No tenía duda de que ya estaba embarazada. Mi pene se estremecía con la sola idea, estaba listo para tomarla de nuevo. Era Gabriela la que me ponía de esta forma. Deseando más constantemente.
Jori gruñó y yo me levanté de la cama, colocando la sábana hasta los hombros de mi compañera. Yo cuidaría a Jori y dejaría que descansara. Debe tener hambre, pero intentaré lograr que se duerma por un rato más. Solo entonces no podría ayudar y llevaría a Jori a Gabriela en la cama para que lo alimente.
Las luces en su habitación eran tenues y pude ver que estaba despierto en su cuna, mirándome con los ojos abiertos. Estaba pateando con sus piernas y moviendo los brazos en su ropa bien acogedora. Su rostro se estaba poniendo rojo y su pequeña nariz estaba arrugada. Antes de que pudiera gritar su infelicidad, lo levanté y lo acomodé en mi pecho. Lo moví un poco por la habitación, de un lado a otro.
“Shh, no quieres despertar a tu mamá”, le susurré. La habitación estaba tan cálida que Jori no necesitaba una sábana para dormir. Yo raras veces tenía frío, incluso desnudo. “Está muy cansada por hacer a tu hermanita.”
Jori se quedó callado y lo acomodé para tenerlo en mi brazo y él me estaba mirando. Tenía toda su atención mientras seguía hablando.
“Lamento haberme perdido tu nacimiento, pero voy a compensarte por los siete días que me perdí. Te enseñaré muchas cosas, una de las cuales es proteger a los que amas. Tu bestia te ayudará.”
Su mano se elevó y me tocó en el brazo con su pequeño puño. No pude evitar reírme, mi corazón estaba lleno por él, no sabía cómo podía enamorarme tanto de él todos los días. Su madre también. Y cuando tengamos otro, cuando tengamos una hija, no estaba seguro de que mi bestia pudiera aguantarlo.
Sí, tendríamos una hija, estaba totalmente seguro. No estaba seguro cuántos enormes bebés Atlan podría aguantar el pequeño cuerpo de Gabriela, así que uno más sería todo con lo que nos bendecirían los dioses. Y ella sería igual de perfecta que su hermano mayor.
“Seremos tú y yo, mi pequeño guerrero, cuidaremos a nuestras chicas.”
Él se acomodó como si estuviera de acuerdo y sus ojos se cerraron. Sonriéndole, volví a colocarlo en su cuna una vez más. Pronto volvería a despertarse para comer. Me volteé y encontré a Gabriela parada en la puerta.
“¿Reunión de chicos?” Susurró ella.
Yo me encogí de hombros mientras su mirada me recorría. Estaba desnudo y mi pene estaba duro. Una mirada y ya la deseaba de nuevo. Ella también estaba desnuda y tenía a la vista cada una de sus hermosas curvas.
“Sí”, contesté yo. “Estábamos hablando de cómo tendría que cuidar a su hermanita.”
“¿Hermana?” Preguntó Gabriela, levantando una ceja. Una sonrisa suave apareció en sus labios carnosos.
Yo me acerqué a ella y la atrapé en mis brazos. Ahora podía sentir su calor y levantó su cabeza para mirarme. “Sí, compañera. El bebé que llevas definitivamente es una niña.”
Su mano fue de inmediato a su vientre. “No puedes saberlo.”
Yo asentí.
“Solo necesitamos una vez para Jori. Ya estás embarazada de nuevo sin duda alguna.”
Gabriela retrocedió, tomó mi mano y me llevó hacia la cama. “Entonces podemos acostarte para poder subirme a tu cintura y montarte como una vaquera para que tu semen quede completamente en mi interior.”
Mi bestia gruñó, mi pené pulsó y líquido preseminal empezó a salir de mi pene al escuchar sus sucias palabras.
“No sé qué es una vaquera, pero si deseas montar mi pene, mi bestia y yo vamos a complacerte, especialmente mientras observo tus tetas rebotar mientras te follo.” Volví a gruñir con solo pensarlo. Caminé alrededor de la cama y me lancé hasta quedar en el centro. La miré mientras ella sonreía y me observaba. Me puse más duro con cada segundo. Y cuando lamió sus labios…
“Compañera, ven aquí”, ordené yo.
Gabriela no se demoró, su deseo era igual que el mío. Sus pezones estaban duros y no pude evitar ver el brillo de su excitación y mi semen en sus piernas. Gabriela acomodó sus caderas y me sostuvo. Yo suspiré.
“Compañera”, respiré yo.
Gabriela acomodó sus rodillas y luego me recibió hasta el fondo.
“Jorik”, respiró Gabriela, mientras sus paredes internas me rodeaban.
Demonios, no iba a durar mucho. Era demasiado, era demasiado perfecta. Gabriela echó hacia atrás su cabeza y cerró sus ojos. “Lo deseo.” Su mano bajó para tocarse, pero yo retiré su mano. “Lo necesito“, se quejó Gabriela. Las dos folladas que tuvo antes no eran suficientes para ella. Ni para mí.
“Si quieres placer, yo te lo daré.” Lamí mi pulgar, lo presioné ligeramente contra su clítoris hinchado y empecé a moverlo tal como le gustaba.
“¡Sí!” Chilló Gabriela. “Dios, esto es perfecto.”
Sí. Tenía razón. Estaba justo donde quería estar. Penetrando a mi compañera. Mi hogar. Mi hijo estaba en la habitación de al lado, feliz y durmiendo. Sin duda había un bebé creciendo dentro de Gabriela y si no era así, esta vez definitivamente lo haría. No dejaría de llenarla con mi semilla hasta darle lo que deseaba.
Era mi trabajo, mi vida. Mi corazón.
Y cuando se vino, ordeñando mi pene de cada gota de semen, yo me rendí ante ella. Con todo mi corazón y mi alma.