Contenido Extra: La companera rebelde

Zara, planeta Trión, el oasis
La arena blanca se deslizó entre mis dedos, más suave que ninguna otra playa en la Tierra. Una brisa ligera y refrescante tiró de los mechones de mi cabello que la criada había dejado sueltos para enmarcar mi rostro. El brillante vestido dorado que llevaba, y mis nuevos adornos, me permitía jugar al escondite con mi compañero. Cada vez que él gruñía, yo sonreía.
Cuanto más tiempo tomara esta visita, más salvaje sería cuando finalmente estuviéramos solos de nuevo.
—Bienvenidos al oasis, Isaak y Zara.
Un hombre guapísimo con el pelo casi negro estaba al lado de una mujer que nunca había visto. Tenía el pelo rojo y ojos marrones amables. También tenía varios meses de embarazo. La postura protectora y la sonrisa feliz de su compañero me dijeron todo lo que necesitaba saber sobre los dos.
—Soy el alto consejero Tark y ella es mi compañera, Eva.
—Hola, Zara. Estoy muy feliz de conocerte. Bienvenida a Trión.
La sonrisa de Eva era radiante y no pude evitar sonreírle de vuelta. No sabía nada de ella, excepto que era la primera novia humana en venir a Trión. Estaba repleta de adornos y era de la Tierra. Como yo. Como todas las mujeres aquí, en este lugar en medio de la nada. Este oasis en el desierto.
La reunión era el regalo de emparejamiento de Isaak para mí.
Me adelanté para tomar la mano de Eva e Isaak me siguió detrás, siempre cerca para protegerme. Podía sentir su mirada ardiente en la suave piel de mi espalda. Había decidido colocar los diamantes brillantes de mi cadena más larga detrás de mi cabeza para que colgaran en el escote en forma de V de la tela suave que cubría mis omóplatos. El resto de las cadenas colgaban de mi nuevo collar para formar un triángulo por encima de mis pezones. A partir de allí, surgía una forma de diamante que se conectaba en una V invertida con mi perforación en el ombligo. Sí, bastante loco.
Después de eso, tenía una cadena dorada que bajaba directamente a mi clítoris, con cada paso recordándome la boca y las manos de Isaak. Su miembro. Los orgasmos con los que había sido bendecida hace apenas unas horas.
En mis antebrazos, tenía al menos dos docenas de pulseras de oro, diamantes y zafiros. Los diamantes eran la marca distintiva de la familia de Isaak, lo que explicaba por qué su madre era un diamante andante. Sin embargo, Isaak había añadido recientemente gemas azul verdosas en honor a mis ojos.
Probablemente llevaba medio millón de dólares en joyas, según los estándares humanos. Las pulseras se sentían pesadas en mis brazos. El collar alrededor de mi cuello era un peso que me anclaba a la tierra y me hacía sentir segura.
No llevaba oro y diamantes, sino amor, devoción y adoración. La promesa de amor eterno de Isaak. Combinado con el vestido terso y ligero que caía en capas hasta mis tobillos, nunca me había sentido más en paz.
Isaak posó una mano en la parte baja de mi espalda y me incliné hacia el tacto mientras él y Tark entrelazaban los antebrazos como gladiadores en una película. Detrás de nosotros, resonó otra voz masculina.
—Tark, desgraciado. ¿Cómo llegaste antes que nosotros?
Dándome la vuelta, divisé a otro guapo hombre de Trión y a su compañera. Era hermosa, tenía el cabello largo y los ojos oscuros. No tenía idea de dónde era, pero se veía tan exótica como el enorme hombre que caminaba a su lado.
Sonrió.
—Hola. Soy Mindy de Florida, y este chico grande es Goran.
—Mi señora, es un honor. Yo soy Isaak.
Mi compañero también levantó el brazo y los dos hombres entrelazaron los antebrazos. Rodeada de hombres atractivos, eso me hizo sonreír otra vez, más que feliz de haber tomado la decisión de ofrecerme como voluntaria para ser novia, a pesar de los momentos difíciles que había pasado para instalarme aquí. Pero Isaak valía la pena.
Más que la valía.
La risa suave de Eva separó a los hombres mientras respondía a la pregunta de Goran.
—De verdad montaste a las bestias, ¿no es cierto?
Apuntó y miré, por encima del hombro de Mindy, a dos animales grandes que parecían caballos, si estos tuvieran pelaje hasta las patas. Las criaturas comían felizmente de un montón de follaje púrpura, azul y rojo que hacía que el paisaje del desierto se viera aún más… alienígena.
—Por supuesto. —La voz de Goran sonaba sospechosa—. Hicimos una apuesta justa, Tark. ¿Acaso, hiciste trampa?
La sonrisa de Tark no mostraba ningún arrepentimiento.
—Tuve que encargarme de mi compañera antes de nuestro viaje, por lo que montar a las bestias no era muy práctico.
—Quieres decir que no querías que montara a las bestias y sacudiera el cerebro de los niños en el camino —respondió Eva.
Los hombros de Tark se tensaron, pero sonrió.
—No dije nada de cerebros sacudidos.
Eva me guiñó un ojo y me reí, con la primera explosión de felicidad desde que había salido de casa. Demonios, desde mucho antes de eso.
Mindy miró alrededor.
—¿Dónde están Natalie y Roark?
Para mi sorpresa, Isaak respondió.
—Tuvieron algunos problemas con Noah, creo.
—¿Noah? —pregunté.
—Su hijo. Acaba de cumplir dos años y es tan lindo que apenas puedo soportarlo.
Mindy apretó la mano de Goran y los ojos de este brillaron de felicidad. Reconocí esa mirada. Amaba a su compañera. No solo la amaba. La veneraba, la adoraba y vivía para tocarla.
Como Isaak me miraba a mí.
En ese momento, apareció una nave voladora en el lado opuesto del pequeño estanque en el centro del oasis. Minutos más tarde, una mujer alta y esbelta de cabello rubio salió de la nave, seguida por un gigantesco hombre de Trión del tamaño de Tark.
Simplemente no hacían hombres pequeños aquí.
En los brazos del hombre estaba el niño de cabello oscuro más adorable que hubiera visto. Nos miró a todos, nos saludó con su manito regordeta y exigió que lo bajaran.
El hombre, probablemente Roark, se rio y dejó al niño en la arena. El pequeño salió corriendo a toda velocidad.
Para tener dos años, corría como un niño de seis: rápido, firme y sin tambalearse.
Cuando chocó con mis piernas y envolvió sus pequeños brazos alrededor de mis muslos, comencé a reír de nuevo.
—Hola —dije—. ¿Eres Noah?
—Soy Noah. Le dije a mamá que te iba a abrazar primero porque eres de la Tierra, como nosotros.
Me arrodillé para mirarlo a los ojos y sonreí mientras mis ovarios literalmente se apretaban de puro anhelo. Quería una de estas criaturitas lindas, inteligentes y traviesas. Quizás diez de ellas.
—Soy de la Tierra. Pero ahora también soy de Trión. Al igual que tú.
Asintió con la cabeza, pero se inquietó cuando sus padres se acercaron.
—Date prisa. ¡Abrázame!
El pequeño era demandante. Lo apreté fuertemente y me reí. Levantando mi mirada a Isaak, dejé que mi amor por él brillara con intensidad y pureza mientras articulaba mi petición: quiero uno.
En segundos, el niño se había ido, y sus brazos fueron reemplazados por los de mi compañero mientras me acercaba y me susurraba al oído:
—¿Quieres un niño, gara? —Sus palabras eran casi un susurro inestable, como si estuviera luchando para controlar su respiración.
—Sí. Un niño con tu sonrisa y tus ojos, Isaak. Te amo. Lo quiero todo contigo.
Sus brazos temblaron mientras me sostenía, sin soltarme hasta que Roark finalmente se despejó la garganta.
—Disculpa por interrumpirte, ¿pero vas a dejar que tu compañera respire?
Isaak se alejó, no sin antes besarme largo y tendido hasta que estuve temblando casi tanto como él. Cuando me aferré a él para poder mantenerme de pie, se volvió hacia Roark.
—Consejero superior Roark, señora Natalie, ella es mi compañera, Zara.
—¡Qué emoción conocerte! Otra chica de la Tierra. —Natalie se abalanzó y me abrazó como si hubiéramos sido amigas durante décadas.
Roark e Isaak entrelazaron manos y luego se separaron para dirigirse hacia donde las dos bestias estaban atadas. Tark y Goran los siguieron.
Las chicas nos quedamos solas.
De pie en un círculo, miré de una cara a otra. Todas estábamos sonriendo, radiantes, y rebosando de adornos de nuestros compañeros.
—Traje bocadillos —anunció Eva.
—Yo traje bebidas —dijo Natalie.
—Yo gano. —dijo Mindy, y dio unos cuantos pasos hacia una pequeña caja que estaba sellada para proteger su contenido—. Traje chocolate.
—Oh, Dios mío. —Las palabras salieron de mis labios antes de poder controlarme, junto con un gemido de placer que hizo que Isaak levantara la cabeza y me inspeccionará con una mirada que hizo que mi sexo se apretara de deseo—. No sabía que podíamos pedir chocolate.
Mindy sonrió.
—¿Conoces las máquinas S-Gen? En Trión preparan las comidas, pero apuesto a que Isaak tiene una en alguna parte de la casa. Puedes pedir literalmente cualquier cosa de la Tierra: chocolate, lasaña, barras de pan, café, fresas, sandías. Literalmente, casi cualquier cosa. —Mindy metió la mano en la caja y sacó un recipiente lleno hasta el borde de cuadrados de chocolate mientras el resto de nosotras nos acomodábamos en una manta gruesa que alguien había extendido en la arena blanca—. Roark me dijo que cuando el líder de Prillon Prime y algunos de sus comandantes del grupo de batalla se emparejaron con mujeres humanas, una de sus compañeras los convenció de programar las máquinas S-Gen con comida de la Tierra. Así que puedes conseguir lo que quieras.
Chocolate. Por todo el cuerpo de Isaak. Eso era lo que quería.
—¿Y crema batida?
Eva estalló en risas, lo que hizo que Tark alzara una ceja y nos inspeccionara desde lejos. Nuestros compañeros eran protectores y obsesivos. Pero eran perfectos.
E Isaak era todo mío.