Contenido Extra: La rebelde y el renegado
Zenos de la legión Astra
—¡Jamás me atraparéis! —grité mientras trepaba a la playa improvisada que habíamos pasado una hora armando con la pequeña Scylla, su hermano Nero y media docena de otros niños. Todos tenían menos de ocho años, y ahora estaban persiguiéndome. Gritando.
Riendo.
Mi compañera estaba entre ellos; su largo cabello volaba detrás de ella como si realmente fuese una pirata en los océanos azules de su mundo. Siempre que jugaba con los pequeños en el pasado, siempre éramos piratas espaciales con pistolas. Ivy había traído una aventura completamente nueva al juego.
Naves en el agua. Sirenas. Espadas, y un nuevo invento llamado «pata de palo», el cual Scylla había insistido que era la mejor y más poderosa cicatriz de todas.
Había también un terrible gigante, algo horrible y aterrador llamado calamar gigante. Ivy había usado la máquina S-Gen para crear un accesorio que ahora llevaba en la espalda; un disfraz de algún tipo. Tenía al menos diez manos y piernas extra balanceándose sobre mi cabeza detrás de mi espalda en un arco mientras saltaba y rugía a cada niño en respuesta, haciéndolos correr y chillar. La mayoría terminaba escondiéndose detrás de las largas y sensuales piernas de mi Ivy.
Usaba pantalones negros apretados y una camisa blanca arrugada con lazos seductores en la parte superior. Bastaba con un buen tirón y esos pechos serían…
—El calamar gigante no ruge, Zenos. — Ivy me informó de ese hecho con Nero en su regazo, y su pequeña espada pirata, con punta curvada y hecha de un material suave, apuntaba a mi cabeza. Su gesto era feroz para un niño de tres años, y señalaba con la punta de su arma en mi dirección.
—Este sí lo hace —repliqué.
Para probar mi punto, salté hacia mi mujer. Al igual que los niños, se le escapó un aullido y se revolvió. Bajando al pequeño Nero, la persecución comenzó intensamente y los niños gritaban para apoyar a uno o a ambos de nosotros.
—¡Atrápala, Zenos!
—¡Corre, Ivy!
Más que nada, ellos reían y me perseguían. Sabía cómo terminaría esto, y no podía esperar a sentir el suave cuerpo de mi compañera debajo de mí, viendo la luz brillar en sus ojos mientras sonreía. Jugaba.
Con un último rugido la atrapé por la cintura y le di vueltas en el aire, muy alto. Ella era temeraria, y le encantaba cada segundo. Me lo decía cada vez que terminábamos de jugar. En vista de que no podía esperar para arrancarme la ropa después de estas citas de juego, como las llamaba ella, había acordado hacerlas con los padres de los pequeños tan frecuentemente como fuera posible.
—¡Ríndete, pirata Ivy! —La mantuve muy alto en el aire mientras se reía—. ¡Ríndete o enfrenta la ira del calamar gigante!
—¡Jamás!
—¡Te salvaremos, Ivy! —Scylla apuntó su espada de juguete hacia mí—. Bájala, gigante. Ahora. Ella es la mejor y más valiente pirata que jamás haya surcado los seis mares.
—Siete —susurró Ivy.
Scylla se irguió.
—Los siete mares. La soltarás de inmediato.
—¡No lo haré! Exijo una recompensa.
Nero y los otros niños se juntaron. Todos sabían a dónde se dirigía esto, al igual que Ivy. Escuché cómo recuperaba el aliento con expectativa. Yo exigiría una recompensa, un beso. Y, mientras los niños bailaban y chillaban a nuestro alrededor, besaría a mi mujer enfrente de ellos para mostrarles cómo un hombre de verdad trataba a su compañera. Con ternura y algo de diversión. Juguetón.
¿Y después? ¿La forma en que penetraría su cuerpo con mi dura polla y la haría suplicar para poder correrse? Eso lo aprenderían cuando tuvieran edad y reclamasen una mujer propia.
Scylla me frunció el ceño. Hoy había sido nombrada la capitana pirata, y no solo tenía una pata de palo sino un extraño garfio pegado en la muñeca, en el sitio donde debería estar su mano. Realmente necesitaba preguntarle a Ivy sobre estos piratas de su mundo.
Scylla colocó la mano, y su garfio, en su cintura, reflexionando.
—¿Y qué es lo que quieres, gran y malvado gigante?
—No mucho —insistí—. Un beso de la más valiente, fiera y hermosa pirata entre vosotros.
—Hablaré con los otros piratas. —Scylla se volteó con una mirada severa en el rostro. Los otros niños se reunieron a su alrededor haciendo un montón de risitas y miradas curiosas mientras sostenía a Ivy en el aire. Ella era tan ligera, mi humana. Podría mantenerla así por días. Si no fuera por su aroma, el cual llenaba mi mente —y mi miembro— con otras ideas.
—Eres muy malo, Zenos. ¿Por qué no pides joyas o algo? —Ivy me susurró pero seguía suspendida sobre mi cabeza, contenta de que la cargase para nuestro juego.
Tomé la oportunidad para alzar la mirada hasta ella y decir la verdad.
—Para mí no hay nada más valioso en el universo que tú. Nada.
Sus mejillas se volvieron rosadas y su mirada se ablandó con deseo.
—Voy a llenarte de besos cuando me bajes, compañero.
—No lo hagas —ordené. Fui un hombre que esperó años por una compañera. Si me besaba como decía, escandalizaría a esos niños.
Ella se relamió los labios, con la mirada llena de malicia mientras Scylla y los demás niños volvían ante nosotros.
—Lo hemos acordado, gigante. Tendrás tu beso.
Lentamente, coloqué a Ivy de pie y me arrodillé en el suelo ante la joven capitana pirata.
—Será un placer, Scylla. Aceptaré tu beso justo aquí. —Apunté a mi mejilla derecha, y la sonrisa de Scylla brillaba más que cualquier sol.
—¿Yo?
—¿No eres la más valiente, fiera y hermosa pirata de este día? —Miré a Ivy por confirmación mientras Nero empujaba a su hermana hacia adelante.
—Sí lo es, sin duda —afirmó Ivy.
Tomando la mano de su hermano menor, Scylla se puso de puntitas para plantar un pequeño beso en mi mejilla.
Di un salto y me saqué el ridículo arsenal de brazos extra, o tentáculos, o lo que sea que Ivy haya dicho que eran.
—¡Soy libre de la maldición! ¡Ya no soy un calamar gigante!
Los niños estallaron de alegría mientras Ivy se acercaba a mí. Ella alzó su rostro sonriente hacia mí.
—Tomaré el beso, también, de mi temeraria, honorable y linda compañera.
—¿Solo uno?
Ella tomó mi mano y agitó la suya para despedirse de los niños mientras me sacaba de la sala. Conocía esa mirada en sus ojos.
—Quizá más de uno.